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Las energías renovables: «no tan limpias»

Las renovables también tienen un impacto negativo en el medioambiente. Su desarrollo depende de recursos naturales limitados y su costo es elevado.


La crisis climática y la guerra de Ucrania han puesto el foco en la importancia de abandonar cuanto antes los combustibles fósiles y llevar a cabo cuanto antes la transición energética. Una urgencia que se respalda con argumentos sobre su papel para reducir las emisiones de efecto invernadero y la contaminación asociada a las energías «sucias». Sin embargo, hay que tener en cuenta que las denominadas energías «limpias» también tienen un impacto negativo en el medio ambiente, por no hablar de los costes económicos que deberán asumir los consumidores.

Aunque es cierto que la electricidad procedente de sol, el viento y la fuerza del agua no implica la quema de ninguna sustancia -como el petróleo, gas natural o carbón-, las energías «renovables» o «limpias» tampoco son tal, pues dependen en cierta medida de productos químicos y recursos naturales limitados que deben extraerse de la tierra, al igual que la industria de la energía «sucia».

En concreto, en la construcción de paneles solares y aerogeneradores se utilizan materias primas como el arsénico, galio, germanio, indio, telurio, aluminio y los elementos de las tierras raras. La extracción de estos últimos genera por sí sola montañas de residuos tóxicos que representan un peligro real para el medio ambiente y la salud. Según Wayne Winegarden en un artículo para Forbes, la extracción de una tonelada de tierras raras produce 13 kg de polvo, entre 9.600 y 12.000 metros cúbicos de gas residual, 75 metros cúbicos de aguas residuales y una tonelada de residuos radiactivos.

El impacto de los paneles solares y los aerogeneradores no se reduce exclusivamente a su producción. El desarrollo de las plantas solares conlleva la limpieza del terreno en el que se va a empezar y, tanto este proceso como luego la instalación en sí misma, puede repercutir negativamente en el hábitat de las plantas y animales autóctonos, de acuerdo a los datos recopilados por la Administración de Información Energética de EEUU.

Otra cuestión es la del impacto que tienen las energías «limpias» en el bolsillo de los consumidores, un punto de especial relevancia en el actual escenario inflacionario. Este sobrecoste es consecuencia directa del problema sin resolver de la intermitencia. Dado que todavía no se han desarrollado unas baterías que permitan un almacenamiento efectivo de esta energía, este tipo de electricidad solo se puede suministrar a la red cuando brilla el sol y sopla el viento. Por consiguiente, aún es necesario el uso de la energía nuclear, el gas natural o el carbón para garantizar el suministro de electricidad durante la noche, en días nublados o cuando no haya viento. Además, acomodar la generación intermitente de la energía solar y eólica hace que las plantas de carbón y gas natural trabajen con menos eficiencia, lo significa que no solo no se reduce el uso de las energías «sucias» sino que, además, se incrementa el coste total de la electricidad.

Sin olvidar que, como recursos naturales, los componentes que se utilizan en la construcción de los parques eólicos y las plantas solares no duran para siempre. Una vez agotada su vida útil, los aerogeneradores y las placas solares deben eliminarse adecuadamente pues, de lo contrario, los químicos y minerales que los componen podrían causar importantes daños medioambientales.

La UE reevalúa sus objetivos

La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha incrementado la urgencia de la Unión Europea por abandonar la dependencia de los combustibles fósiles y apostar por las energías renovables. En 2020, la UE obtuvo el 22% de su consumo final bruto de energía de fuentes renovables como la eólica, la solar y la biomasa. De cara a 2030, la Comisión Europea está evaluando si es factible que la electricidad generada a partir del sol y el viento represente el 45% del total consumido, en lugar del 40% propuesto anteriormente.

Este nuevo objetivo cuenta con el apoyo del principal negociador de la asamblea de la UE y de grupos de la industria de las energías renovables como SolarPower Europe. No obstante, todo dependerá de los países miembros y del Parlamento europeo, que se encuentra negociandolo como parte del paquete de medidas para reducir más rápidamente las emisiones de la UE, según publica Reuters. Por su parte, la industria a su vez ha instado a Bruselas a hacer más para desbloquear los retrasos de años en la concesión de permisos.

De acuerdo a los cálculos de Bruselas, triplicar la capacidad eólica y solar de la UE para 2030, añadiendo 480GW de energía eólica y 420GW de energía solar, podría reducir la demanda de gas al año en 170 miles de millones de metros cúbicos. La Comisión publicará el mes que viene su plan para abandonar los combustibles fósiles rusos para 2027.

eleconomista.es

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